En el capítulo tercero de los Hechos de los Apóstoles encontramos a Pedro y
a Juan yendo a la oración de la tarde en el Templo y cuando se aproximan ven a
un hombre cojo que está sentado a la puerta, pidiendo a la gente que pasa por
allí. Cuando Pedro y Juan llegan cerca suyo éste les pide una limosna y Pedro
le responde: “No tengo ni plata ni oro para ti pero te doy lo que tengo: en el
nombre de Jesucristo el Nazareno levántate y camina”.
Aquella antigua vida lisiada fue cambiada para siempre. Él fue curado.
Aunque fue probablemente la primera experiencia de Jesús de aquel hombre sin
embargo aquella no fue su primera experiencia de mendicidad, él tenía 40 años y
había nacido lisiado, además es probable que hubiese estado sentado en el
mismo lugar durante años. En aquellos tiempos muchos de los mendigos dependían
talmente de la caridad de otros.
Muchas veces en mi vida he reflexionado acerca de esta historia y puedo ver
a este chico sentado en el suelo junto a la puerta llamada “belleza” semana
tras semana, año tras año, haciendo la misma pregunta: ¿me puedes ayudar? Y veo
a la buena gente de Iglesia pasando a su lado, quizás dándole algo de dinero
mientras otros directamente le ignoran y a veces me pregunto por qué nadie le
traía a la iglesia o le invitaba a su casa, quizás eso fuese desagradable,
quizás él fuera un anti Iglesia ¿quién sabe? Pero ¿y si el problema fuese otro?
¿Y si la parroquia estuviese igual de inválida que ese hombre? Yo supongo que
si la parroquia pudo gastarse el dinero para construir esa impresionante puerta
ellos probablemente podrían ocuparse en ayudar a este hambriento inválido que
vive en su barrio y se sienta justo fuera de su iglesia todas las semanas.
Desafortunadamente hay iglesias qué son un espejo de la disfunción de aquel hombre
inválido. Tienen miembros, gente, que no están actuando según el camino que
Dios ha diseñado para ellos. Esto es especialmente cierto en iglesias qué
tienen 500 miembros o menos.
Es muy fácil echarle la culpa de esto al estancamiento de la Iglesia y de
los que no están comprometidos o a los miembros laicos de la Iglesia pero en
realidad el problema real es mucho más profundo, el problema real es una falta
de discipulado: cuando hay una iglesia de discípulos el crecimiento sucede.
Hay tres costumbres comunes que pueden hacer inválido el discipulado en
iglesias de 500 miembros o menos.
#PRIMER PROBLEMA. El primer problema consiste en buscar que la gente se
haga “miembro” en vez de discípulo.

#SEGUNDO PROBLEMA. El segundo problema es que estamos poniendo a la gente
en programas de evangelización y catequesis en vez de en relaciones de amistad.
No hay nada malo en los estudios bíblicos o en los programas de
evangelización o catequización a no ser que éstos sean tus únicos instrumentos
para hacer discípulos. Al final del día tú no puedes programar el discipulado
porque tú no puedes programar la vida. Cada uno está en un momento diferente de
la vida. Esta es una de las razones por la que las iglesias necesitan
diferentes grupos pequeños. Los grupos pequeños son el mejor invento para hacer
discípulos. Las iglesias con 500 miembros o menos a veces fallan en los grupos
pequeños porque no estamos dispuesto a enterrar las cosas que no están
produciendo vida, cambiarlas y encontrar las cosas que producen o pueden
producir ese cambio de vida. Enterrar un ministerio puede ser muy difícil
especialmente cuándo ha pasado un tiempo.
#TERCER PROBLEMA. El tercer problema consiste en construir grupos pequeños
sin rampas para los que no se han encontrado con Cristo.
