lunes, 20 de noviembre de 2017

CÓMO LIDERAR EL CAMBIO EN TU IGLESIA

Recientemente he tenido una conversación muy interesante con gente que está liderando valientemente a su iglesia hacia cambios significativos.

 Aquí hay 10 cosas que salieron de la conversación.

1. Ningún cambio tiene una perfecta ejecución

No importa lo bien planeado que esté el cambio, lo bien que se vea en el papel o el sentido que tenga en tu cabeza, no va a salir exactamente como creías. Siempre va a haber una sorpresa. Algo supondrá más tiempo, costará más o será más difícil de lo planeado. La clave es: trabaja duro, planifica tu trabajo, persevera en tu plan y luego sé flexible.

2. La comunicación es clave

Durante la gestión del cambio, comunicar el mensaje correcto al público correcto en el momento correcto es esencial y puede llevar mucho tiempo. Las audiencias para comunicarse son variadas, desde la gente comprometida, pasando por el consejo pastoral, los catequistas, los voluntarios y por supuesto la gente de misa de domingo.

3. Todos llevamos dos cubos encima

Todo el mundo lleva dos cubos consigo: un cubo de agua y un cubo de gasolina. Uno impulsa el cambio y el otro lo apaga. Cuando haya quejas o dificultades enfoquemos bien nuestro esfuerzo sin entrar en discusiones estériles.

4. Pensar en el futuro

La mayoría de las personas llevan bien los cambios siempre y cuando no les afecte. Una cosa que se puede hacer para liderar positivamente el cambio es simplemente prever esos pensamientos. ¿Qué van a abrazar o rechazar las personas sobre el cambio que estás tratando de implementar de acuerdo a cómo se van a sentir? Trata intencionalmente esos puntos de presión.

5. No es fácil

Todos conocemos esos artículos de portales de internet que cuentan cómo un párroco simplemente llegó y cambió las cosas en su iglesia con dos claves que caben en un titular. Es falso. El cambio es difícil, requiere tiempo y supone mucha valentía. No es para los pusilánimes. Cualquiera que te diga algo diferente en realidad no tuvo que liderar un cambio.

6. El efecto Ripple

El cambio tiene un efecto de onda que a menudo no se ve hasta mucho más tarde. Es como pintar la casa a la que te acabas de mudar: hay que empezar por una pared, luego seguir con la otra y luego la otra... Después, por supuesto, necesitas cambiar el suelo, los grifos, los armarios, etc. Y cuando parece que has terminado es el momento de comenzar con el exterior... nunca termina. Así que aquí está la conclusión: el cambio tiene un efecto dominó.

7. La minoría tiende a tener una voz mayoritaria

En una temporada de cambios, un pequeño grupo de personas puede tener una voz fuerte y hacer que parezca que todos están en tu contra. La mayoría silenciosa generalmente está contigo y aquellos que son positivos rara vez lo dicen. Son los pocos negativos los que siempre ladran más fuerte.

8. Liderar de manera diferente con diferentes personas

¿Recuerda que la comunicación es clave en una temporada de cambio? Bueno, también es clave recordar que no te comunicas y lideras a cada grupo de personas de la misma manera. Cualquiera que tenga más de 1 hijo sabe que no criamos a todos los niños de forma idéntica. De la misma manera, no trates de guiar a todos los grupos de la misma manera.

9. Un pequeño cambio puede revelar grandes problemas

Un cambio pequeño, aparentemente inofensivo, puede decirle algo acerca de tu iglesia. Cuántas veces he visto a los líderes de la iglesia tratar de cambiar algo que les pareció pequeño e inocente hasta que se dieron cuenta de que estaban pisando una mina terrestre. Asegúrate de que comprendes realmente no sólo qué cosas vas a cambiar o cómo vas a cambiarlas, sino en qué está cambiando realmente la iglesia con esos cambios y por qué.

10. Entrenamiento y Desafío


A veces las personas no tienen la información correcta y no entienden por qué deberían involucrarse con el cambio. Otras veces las personas no quieren participar del cambio porque tienen sus propias preocupaciones. De cualquier manera, puede parecer que la gente está cavando y luchando contra ti precisamente a causa del cambio que estás tratando de hacer. Como líder, debes averiguar si están peleando por ignorancia u obstinación. La ignorancia se combate entrenándoles, la obstinación desafiándola.

viernes, 22 de septiembre de 2017

¿QUÉ PASA SI CRECEMOS “DEMASIADO DEPRISA”?



Me encanta hablar sobre esta fase del ciclo de vida de una parroquia. Es emocionante experimentarlo y aún más cuando estás al frente. Las parroquias difícilmente pueden controlar el número de los nuevos invitados, cada semana hay nuevas personas que deciden seguir a Jesús y los amigos invitan a amigos que a su vez invitan a amigos ¡qué descontrol!


Gracias a Dios empieza a haber muchas parroquias atrapadas en un “crecimiento descontrolado”. Dios está haciendo un trabajo increíble en muchas comunidades. Nuestro primer paso como pastores a los que Dios ha encomendado esta porción de su pueblo es abrazar esta circunstancia.  Es una aventura única ¡Vamos a vivirla sin miedo, El va al frente de la barca también cuando se desbordan las redes!

¿Cómo saber si estamos en el momento de “crecimiento”? Aquí hay cuatro indicadores:

1) Estáis enfocados hacia fuera

Abrazar este “enfoque hacia fuera” como parroquia es sumamente importante para experimentar el crecimiento. Las iglesias que están en esta fase buscan lo que sea para llegar a la gente fuera de sus muros. Quieren experimentar lo que se necesita para romper las barreras.

2) Creatividad y la innovación

Los “comprometidos” buscan desesperadamente llegar a los “no practicantes”. Están abiertos a nuevos caminos y métodos. Aman el cambio y la innovación.

3) La visión está empezando a enfocarse

Es crucial para la salud de nuestro ministerio pastoral saber a dónde queremos llegar en el futuro. Por supuesto que siempre debemos dejar espacio para que Dios nos sorprenda pero Dios actúa mejor a través de nuestra preparación. Al establecer metas y crear un plan para llegar allí, es probable que experimentemos el progreso hacia la realización de la visión que Dios ha puesto en nuestros corazones.

4) Dios empieza a regalar ministerios

A medida que la parroquia experimenta crecimiento, el pastor comienza a entender que uno no puede responder a todos los disparos y empieza a pedir para que Dios suscite “compañeros de servicio”, es más empieza a entender su liderazgo como algo que debe ser compartido. Es entonces cuando Dios levanta ministros, servidores.


¿Estáis en esta situación? Felicidades. No sufráis, disfrutadlo. El crecimiento es mucho más divertido que el declive. Sin duda llegará el momento en que la complejidad dominará el liderazgo, la iglesia superará su edificio y el equipo luchará con nuevos desafíos. No os desanimeis: esto es normal y un componente clave para el crecimiento de vuestra iglesia, ahora bien no descuides dar los siguientes pasos adecuados para crecer saludablemente. Pasos que serán revelados en el próximo artículo.

lunes, 7 de agosto de 2017

LA URGENCIA ¿EL MAYOR ENEMIGO DE LOS LIDERES QUE ESTAMOS FORMANDO?

Este artículo como otros es una adaptación de tonymorgan.com pero he de confesar que su contenido lo he aprendido con dolor en mis propias carnes y eso que yo estaba convencido de todo lo que dice, pero “del dicho al hecho hay mucho trecho”. El mito de: “formarles en la medida en que sirven, hacerles mientras hacen, que aprendan haciendo” es una gran mentira si por ese concepto entendemos que basta la acción y un par de charlillas para hacer a un líder. Doy testimonio –por desgracia- de ello. Pero siempre es buen momento para corregirse y aprender ¿no creeis?
 
"Nunca tengas prisa en el nombramiento de un líder de la iglesia" (1 Timoteo 5:22)

Sin lugar a dudas, una de las mejores cosas que podemos hacer por los líderes que estamos empezando a formar consiste en no ponerlos en posiciones de liderazgo antes de que estén listos. La Biblia nos enseña que debemos ser muy intencionales  a la hora de poner personas en roles de liderazgo.

El consejo de san Pablo a Timoteo sigue siendo hoy crucial: “No impongas las manos a nadie con ligereza”, que podría traducirse también: "Nunca tengas prisa en el nombramiento de un líder de la iglesia" (1 Timoteo 5:22).

La Biblia nos enseña este principio, cierto, pero una dificultad importante para ponerlo en práctica es que la mayor parte de las veces estamos en “fase urgente”, creemos en la formación de líderes cristianos y capacitación de ministerios pero lo que tenemos delante son terribles huecos que llenar para que no se nos caiga la catequesis o el coro de jóvenes o para que no muera una iniciativa de discipulado o grupos pequeños que hemos empezado

Pero precisamente aquí está la clave. Justo porque centramos nuestros esfuerzos en “rellenar huecos” y no en el "desarrollo de líderes" nuestras tuberías de liderazgo están secas. Esto es duro. Es algo que todo el núcleo parroquial debe reflexionar. A veces se han de dejar de hacer cosas que funcionaban bien para centrarnos en formar a las personas que están sintiendo una llamada al liderazgo, al servicio, pero todavía no están capacitadas para realizarlo. Y ya se nos ha caído el mito de “aprender haciendo”. Es necesario mucho más que eso.

Para convencernos de ello quizás Dios permite no sólo que no sucede el bien mayor que El tenía pensado premiar como fruto de la paciencia y la sabiduría pastoral, sino que además sucedan “cosas ruinosas” que nos ayudan a ver que nuestro planteamiento “pragmático y realista” es quizás lo menos práctico y eficaz, todo lo contrario.

Ahí van varias situaciones que suceden cuando a un líder se le pone al frente de un ministerio o actividad antes de que esté listo para ello.

1.- Líderes de alta calidad comienzan a dejarlo

John Maxwell lo llama "La Ley de la tapa." La capacidad de liderazgo es la tapa que determina el nivel de eficacia de una persona. Los líderes de alta capacidad se irán marchando con el tiempo si ven que el líder designado ya no tiene más que entregarles. Lógicamente quieren ponerse en ambientes donde pueden florecer. Frustar esa necesidad puesta en la misma naturaleza de su llamada bajo capas de humildad, obediencia, etc. es luchar contra la misma ley de crecimiento puesta por Dios.

2.- Salen a la luz los defectos de carácter

Cuando ponemos a líderes sin capacitar en una posición vital complicada les estamos abocando a fallar. Por ejemplo ese líder ha completado una formación pero no tiene todavía las actitudes cristianas suficientes, si aún así comienza su ministerio los retos y dificultades –críticas, incomprensiones, desilusiones- que se encuentre podrán con él y se sentirá profundamente fracasado. También puede suceder que tenga esas actitudes pero no tenga las competencias necesarias para desarrollarlo. En cualquier caso estas situaciones pondrán sus defectos de carácter a la vista de todos arruinando en muchos casos el ministerio y en otros casos directamente a su persona.

3.- Pasos para atrás

Es un hecho: una comunidad, un ministerio, nunca crece más allá del nivel de su líder. Si en lugar de una visión pionera que mira hacia adelante, el líder es una persona que no estaba listo para llevar continuamente a su comunidad hacia delante más allá de toda dificultad lo que sucederá es que sea él mismo quien tire hacia atrás de ella hasta que sienta que puede controlar las cosas aunque sea a base de dejarla medio muerta.

4.- Tensión en los equipos

Los líderes fuertes reconocen inmediatamente el problema e inmediatamente se ponen manos a la obra con la mejor manera de manejar la situación. Sin embargo un líder débil dejará el problema siempre para más adelante produciendo un sin fin de frustraciones, falta de motivación y finalmente divisiones.

5.- Ese líder, al final, simplemente fallará

Muy pocas personas que se les ha dado una posición antes de estar preparados son capaces de servir el tiempo suficiente para aprender lo que necesitan saber. En la mayoría de los casos, van a fallar en lo que le hemos pedido hacer y tendrán en el dolor y la frustración que viene después de fallar en algo a lo que se sentían llamados. Quizás no ha sido su culpa suya. Después de todo, ellos no estaban listos, y sus dirigentes deberíamos haber reconocido eso.

Estos son sólo algunos de los resultados de nombrar a los líderes antes de que estén listos. Todas las parroquias y comunidades lo hacemos una y otra vez y es una de las razones por las que debemos centrar nuestro esfuerzo en esto: formar líderes cristianos. De esto realmente depende  la salud de nuestras parroquias y el crecimiento del Reino.



martes, 20 de junio de 2017

DEBEMOS ESTAR PREPARADOS

“Debemos estar preparados para la persecución por el simple hecho de nuestra fe, que será incluso violenta en Occidente y en cualquier caso, cultural y social” 

Esto decía Juan Pablo II a finales de los años 70 cuando todavía sólo era cardenal y muchos no lo tomaron en serio.

Otro futuro papa, Joseph Ratzinger ya profetizaba en su época de simple teólogo de los años 60 que la iglesia del siglo XXI sería un conjunto de pequeñas comunidades en los pueblos, barrios y ciudades, minorías llenas de vida capaces de actuar de levadura en medio de la masa.

Jesús nos habla de no tener miedo a esta pequeñez, la pequeñez de los pajarillos. “Pues ni uno solo de ellos cae al suelo sin que lo permita el Padre ¡y vosotros valéis mucho más que los pajarillos!”

Efectivamente la sensación psicológica de ser una minoría es doble:

- Para las personas a partir de 50 años es una sensación de fracaso porque no hace tantos años, cuando ellos eran niños, la sociedad se regía culturalmente por el respeto a los diez mandamientos y la Iglesia tenía cuanto menos una autoridad moral. Ahora sin embargo hay otros “mandamientos” impuestos por los diferentes lobbies gais, feministas, liberales,, etc

- Por otro lado los adolescentes y jóvenes –que ya hemos nacido en minoría- sienten la presión de ser “los raros”, frikies, distintos.

Esta sensación produce dos efectos igual de perniciosos: o bien el abandono de la fe o bien el silenciamiento de ésta, vivir la fe pero por dentro, sin decirlo. 

Parece incluso que es más auténtica –siempre hay quien saca a relucir la diferencia con los que van de católicos pero luego son lo peor fuera de la Iglesia- Pero la realidad es que esa época –la de presumir de católico ya pasó- y lo que hay ahora es lo que dice Jesús, la misma situación que tenían los primeros cristianos judíos con sus vecinos y familiares judíos no cristianos, que eran mayoría evidentemente:

“Quien se ponga a mi favor delante de los hombres yo también me podré a su favor delante de mi Padre. 

El que no me reconozca delante de los hombres, yo no lo reconoceré delante de mi Padre”

Este es el tema: reconocer, dar testimonio, ponerme a favor de Cristo y de su Iglesia de su enseñanza delante de los hombres. ¿Quién hace esto hoy respecto a los anticonceptivos, al aborto, a la eutanasia, a la manipulación de embriones, a la fecundación in vitro, a la indisolubilidad del matrimonio cristiano, a la resurrección de los muertos en cuerpo glorioso, a la presencia real de Cristo en la Eucaristía...
¿Quiénes son hoy realmente católicos? Muy muy muy muy pocos.
¿Quiénes serán católicos en el siglo XXI? Mirad, las personas a partir de 70 años ya no tenéis ese problema. Os basta vivir de lo que os ha ayudado toda la vida: la misa, las devociones, la doctrina.

Pero como ya dijeron –y siguen diciendo- los hombres de Dios como Juan Pablo II o Benedicto XVI sólo serán católicos de verdad aquellos que vivan estas tres claves:
1.- Tener una comunidad pequeña de referencia en la que vivir la fe acompañados, en un proceso de crecimiento, de forma alegre, que sostenga el testimonio tan difícil en medio del mundo. Esa comunidad a veces es la familia misma pero otras muchas veces no basta.
2.- Vivir el domingo no como un rito de cumplimiento sino como auténtica fiesta semanal donde recargo fuerzas, soy formado, experimento la comunión, la belleza de la vida cristiana, y esto porque no se reduce a oír misa sino a estar juntos.
3.- Creer y seguir por un lado la doctrina moral que Jesús ha entregado a la Iglesia y que ésta enseña, su Palabra que nos llega viva en la enseñanza y vida de los santos, del Magisterio, de las experiencias hoy del Espíritu Santo. Buscando entender lo que no entendemos pero partiendo del punto de partida de la confianza, teniendo una persona de Dios que me acompañe más de cerca, acudiendo a encuentros y retiros de formación y reavivamiento de la fe como Ejercicios espirituales, Cursillos de Cristiandad, Emaus, los retiros con las Agustinas de la Conversión, etc. Y por otro lado la doctrina espiritual: la contemplación de la vida de Jesús y María por medio del santo rosario, el ayuno, la adoración eucarística reparadora, la consagración al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, el rosario de la Divina Misericordia, etc


No temáis a los que sólo pueden hacer daño por fuera pero no pueden matar el alma. Temed más bien al que puede llevaros al fuego del infierno. Es muy fuerte esta expresión de Jesús. Pero es que El no miente, no es políticamente correcto, dice las cosas como son, nos advierte porque nos quiere. Y cuánta verdad tenía la Madre Teresa de Calcuta cuando le preguntaban si ella no tenía miedo a los fundamentalistas hindúes que las hostigaban: “Cuando uno teme a Dios le pierde el miedo a los hombres”. 

Temer a Dios no es tenerle miedo pero sí es tener miedo a negarle y a que cuando cerremos los ojos a esta vida nos demos cuenta de que nos hemos quedado sin El para toda la eternidad. Ese es el infierno que la Virgen le muestra los niños en Fátima como la gran llamada a la humanidad de nuestro tiempo: “¡Volved a poner a Dios en el lugar que le corresponde antes de que sea demasiado tarde!” La vida sin los mandamientos –decía sor Lucía, la niña vidente- es el comienzo de ese infierno: el infierno en casa donde no se respeta a los padres y abuelos, el infierno en las relaciones sexuales donde unos se usan a otros, donde la infidelidad rompe vidas, el infierno de la pornografía, el infierno del aborto y los remordimientos toda la vida, el infierno de la mentira y la ambición que lleva a la corrupción, el infierno en el trabajo cuando sólo prima el dinero, el infierno de la soledad de la vida sin Dios o con un Dios al que ya no sabemos escuchar, relegado a una esquina de la vida como si fuera un diosecillo pagano al que acudimos para que nos dé suerte o nos ayude en situaciones extremas. ¿Dónde hemos dejado a Dios, dónde hemos dejado sus mandamientos? El resultado es el comienzo del infierno, la sociedad tal como la vemos.
¿Y nos extraña que nos cueste ser discípulos de Jesús en esta sociedad anti Dios? 

Juan Pablo II terminaba su discurso diciendo: “Es el tiempo de la batalla final entre Cristo y el anti Cristo, entre la Iglesia y la anti Iglesia, entre el Evangelio y el anti Evangelio. Es el momento de la decisión. Hoy o se está con Cristo o se está con el demonio, o se está en la Iglesia o contra ella, aunque sigamos acudiendo a misa. Es el momento de la decisión pero no temamos el Señor está con nosotros”.



Y valemos para El muchísimo más que los pajarillos… Al final el Inmaculado Corazón de María que ayer celebrábamos vencerá, porque es el corazón del creyente, del que se ha arriesgado a ponerse de parte de Cristo aquí abajo entre palos y allí será recibido entre aplausos. Lo de aquí dura un instante, lo de allí para siempre.


¿Qué elegimos?